En el complejo simbolismo de la cruz, que no niega ni sustituye, sino ratifica su sentido histórico en la realidad del cristianismo, entran dos factores esenciales: el de la cruz propiamente dicha y el de la crucifixión o «estar sobre la cruz». En primer lugar, la cruz se ofrece como una derivación dramática, como una inversión del árbol de la vida paradisíaco. Por ello, en la iconografía medieval, la cruz es representada muchas veces como árbol con nudos y hasta con ramas, a veces en forma de Y, y otras en forma espinosa.
Cual acontece con el árbol de la vida, la cruz es un «eje del mundo». Situada en el centro místico del cosmos, es el puente o la escalera por los que las almas suben hacia Dios. En algunas variantes, la cruz tiene siete escalones, como los árboles cósmicos que figuran los siete cielos.
Consecuentemente, la cruz establece la relación primaria entre los dos mundos (terrestre y celeste), pero también, a causa del neto travesaño que corta la línea vertical que corresponde a los citados significados (eje del mundo, símbolo del nivel), es una conjunción de contrarios, en la que casan el principio espiritual y vertical con el orden de la manifestación y de la tierra; de ahí su transformación en sentido agónico de lucha y de instrumento de martirio. A veces la cruz aparece en forma de T, para resaltar más la oposición casi igualada de dos principios contrarios. Jung dice que, en algunas tradiciones en que aparece la cruz como símbolo del fuego y del sufrimiento existencial, puede deberse a que sus dos maderos se relacionan, en su origen, con los empleados para producir la llama, a los que se considera por los primitivos como masculino y femenino. Pero el sentido de conjunción prevalece. En el Timeo de Platón, el demiurgo vuelve a unir las partes del alma del mundo, mediante dos suturas que tienen la forma de una cruz de san Andrés. Bayley insiste en el sentido ígneo de la cruz y, en su sistema etimológico, explica que las voces cross, cmx, cruz, crowz, croaz, krois, krouz, resuelven todas en ak ur os: «luz del Gran Fuego».